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Wednesday, November 17, 2010

Una semana sin redes sociales


Ando de desprendida, sí. Es sólo que quiero corroborar que puedo vivir sin muchas cosas que antes consideré musts. Llámenme hippie, o budista de pacotilla, el caso es que estoy experimentando. Si la Great American Apparel Diet no fuera suficiente para ponerme a prueba, decidí vivir en carne propia el experimento que realizó una univeridad estadounidense. El punto era dejar de usar las redes sociales una semana para darse cuenta qué tanta dependencia tiene uno a la llamada tecnología social. Al Messenger, sin el cual no podía vivir cuando trabajaba en una oficina, ya lo tengo bastante olvidado. Mi duda era cómo me sentiría sin Facebook y Twitter, porque en algún punto me di cuenta que estaba bastante apegada a esas aplicaciones.
Todo empezó un día que leí un tweet. Decía algo así como "¿Adicto al internet? Si estás leyendo esto en un viernes por la noche, estamos hablando de ti". Y sí, era viernes por la noche. No es que me encontrara sentada frente a la computadora, pero al final estaba metida en el Twitter en lugar de estar viendo la película que habíamos puesto.
Aunque siempre me ha encantado pasar horas en el ciberespacio, desde que soy ama de casa slash profesionista independiente, siento una creciente necesidad de estar conectada con el mundo exterior. Y es que mi vida laboral es bastante solitaria y la social se reduce a marchantes, fellow housewives y familiares. Antes trabajaba en un enorme corporativo rodeada de gente de distintas profesiones, con la que intercambiaba información, recibía boletines de prensa. Ahora, si no fuera por Internet, mi mejor fuente sería el radio y los comentarios de otras amas de casa acerca de cómo ha subido el jitomate (y no que eso sea irrelevante, porque es indicativo de la inflación).
Total que lo hice. Dejé de entrar a Twitter y a Facebook de la noche del domingo 7 a la mañana del lunes 15. Ya lo había prescindido de dichos sitios aún por más tiempo cuando he estado de viaje, sin embargo la experiencia cambia mucho cuando se hace en una rutina normal. Las siguientes son mis impresiones:

- El Twitter no lo extrañé mas que para invitar a mis followers a leer mis posts.
- Todo lo que subieron mis contactos a Facebook durante siete días, lo vi en 10 minutos.
- Me ahorré un montón de status irrelevantes como "Tengo sueño" o "Tengo hambre" y dejé de leer opiniones que luego sólo me crean animadversión hacia gente que generalmente me cae bien.
- Noté cierta ansiedad en mi estado de ánimo general como aquella que dicen que se presenta con el síndrome de la abstintencia, pero nada preocupante.
- Retomé mi obsesión con el Blue Block, un jueguito que sirve para fomentar la inteligencia espacial.
- No tuve ninguna prisa en retomar las redes sociales. De hecho me sentía renuente a regresar, como quien ha hecho la dieta de Atkins y le da terror volver a comer una fruta.

Para que se den una idea de cuán revelador fue este reto, llegué a la conclusión que quizás no es necesario pagar un plan de datos ilimitados en mi móvil. Al final puedo revisar mi correo dos o tres veces al día, usar el Twitter una o dos veces a lo largo de la jornada y el Facebook una vez a la semana. Lo único que me hace reconsiderar dicha medida tan radical es el WhatsApp (para no tener que pagar un plan de sms) y sobretodo el Google Maps. Pero por lo pronto mis hábitos de redes sociales sí se vieron modificado y eso me encanta. Esto es mucho menos radical que mi dieta de compras, y recientemente me enteré que en hay instituciones en las que llaman a esta práctica "Siestas digitales" y sirven para evitar addicciones al internet. Interesante, ¿no?

1 comment:

Sofía said...

En el mismo día leí tu entrada y este artículo. Mucho hay de cierto en los dos:
http://www.elespectador.com/opinion/columnistasdelimpreso/hector-abad-faciolince/columna-221459-el-tiempo-muerto